Análisis. Cacique que ríe último ríe mejorPor Graciela Guadalupe
Hay quienes abandonan el trabajo en el Estado llevándose una discreta bolsa con útiles y recuerdos personales. Dejan todo ordenado al sucesor, aunque sea de signo político contrario. Otros reciben al reemplazante aún antes de desocupar el escritorio. Le muestran las dependencias, le entregan el balance de gestión y hasta lo invitan a tomar un café. Eso, en Finlandia. Acá se complica.